¿alguna vez haré historia? ¿quedará plasmado mi nombre en un libro hecho para acumular polvo mientras frente a el la vida continúa inventando detalles indescriptibles que la hacen apasionante? Solo espero poner la atención en lo que vale la pena.

martes, marzo 22, 2005

dos borracheras y una cosa de elección

Hasta hace unos días podían preguntarme ¿te has emborrachado? Y yo respondía alegre Si, una vez y fue inolvidable. Ahora no puedo responder igual, porque ya son dos veces. Pero creo interesante revisar las experiencias:

Borrachera 1: Debe haber ocurrido el 2003 aprox, Con motivo del lanzamiento del “A-trio Poético” (el libro de poesía de un amigo y 2 conocidos), se presentaron en un recital en el Pedagógico, pero no eran el número principal, pues el evento en realidad era una noche de Tangos. Ya con esa información se pueden imaginar el ambiente, muchos viejos tangeros, pocos jóvenes, mucho vino, etc. Pero fue una noche inolvidable, tuvimos conversaciones alentadoras y profundas con viejos artistas del peda, muy borrachos a esa altura. Caminé en la noche junto a un par de Poetas ebrios que declamaban versos a todo pulmón, y luego nos reíamos de estupideces. Y, por supuesto, desde esa noche me encanta el tango y espero no morir antes de poder bailarlo decentemente. Lo único malo es que me dormí en la micro hacia mi casa y me pasé un trecho bastante largo que debí caminar después.

Borrachera 2: 18 de marzo de 2005, carrete de la semana mechona en mi campus, Juan Gomez Millas. Tuve mi primera clase del Magister ese día, y terminó como a las 17:30. Saliendo unos amigos me invitaron a tomar unas chelas en los pastos, y accedí. Después encontré otros amigos con los que fuimos a la fiesta en si, adonde llegamos y nos pusimos a charlar. Hasta ahí valió la pena. Pero mi último recuerdo claro fue estar hablando con Salvador. Y se me apagó la tele. Se supone que íbamos a ver a Ángel Parra Trío, pero no lo recuerdo. Hay un par de fotos en mi memoria, de cuando con el Juaco vamos al furgón de su papá, y otra en que veo subir a su hermano y partimos. No recuerdo haber seguido tomando, ni recuerdo si me quedé dormido, mi mamá dice que habló conmigo por teléfono, cosa que me suena a que hubiera pasado. Espero pronto poder conversar con el Juaco, para que me cuente lo que hice.

Siempre dicen que la segunda parte de una película es mucho peor que la primera, y en este caso esa consigna se cumplió a cabalidad. Lo rescatable es que cambió mi forma de ver las cosas.

Un debate común a nivel de iglesia evangélica es si está permitido beber alcohol o no. Y el debate es una cosa irrisoria si pensamos que quien sustenta nuestra fe, Jesucristo, era muy dado a participar en fiestas y beber vino, al punto de ser ridiculizado por algunos como “glotón y bebedor”. ¿Por qué entonces es tan famoso en la iglesia este cuasi-mandamiento de “no beberás alcohol”? ufff, esta sola pregunta da para discutir horas y horas, con muchos pros y contras. Pero, como no es mi interés profundizar el tema, quiero centrarme en la respuesta que me parece más razonable:
Por que es más fácil prohibir que enseñar a pensar.
Después de mi experiencia hace un par de días, en que conocí el lado oscuro del alcohol –y creanme que no fue grato-, podría prometerme “no tomo nunca más”, pero ¿gano con eso más de lo que pierdo? Tengo ante mí una nueva dimensión del conocimiento: mis propias limitaciones, y con ello tengo nuevas oportunidades de decidir hasta donde llegar. No quiero desperdiciarlas por una solemnidad gratuita.

Pero por sobre esto, mi conclusión para la vida es que, como Eclesiastés puedo decir que si bien un carretero distorsionado y carretero piola son igualmente falibles ante la muerte y el olvido, el carrete piola aventaja a la distorsión como la luz a las tinieblas. Porque no hay nada como tener plena conciencia de lo emocionante y profundo que puede ser un carrete, en ves de tener que estar siempre preguntándole a tus amigos las cosas que hiciste en esos ratos que se borraron de la memoria.